jueves, 31 de marzo de 2016

Si se pudiera venir aquí, así,


Si se pudiera venir aquí, así,
como quien va al trabajo que conoce
para realizar la tarea bien aprendida
de las manos del maestro,
o el que hace las labores de los campos,
cuyo saber se mama y se hereda
de tal modo que, un día, uno, esté donde esté,
vuelve, casi sin darse cuenta, a podar,
a desbrozar, a luchar contra las zarzas.
A estas tierras de atávicos cultivos
atendidas por un imperativo de sangre.
Laderas abancaladas que dan, sobre todo,
vino y aceite.
Aquí los cambios son lentos,
hasta la brusquedad regenerativa
de la naturaleza permite que nazcan
las mismas especies tras el apocalipsis.
Pero yo pensaba en otras cosas:
en venir estas noches a injertar palabras,
a construir poemas –como se levanta
un muro siguiendo una lógica primitiva
de obligado paramento.
Un poema. Y que pudiera mirarse.
Contemplarse, como quien contempla,
sentado en una piedra, el árbol
que acaba de plantar en su huerto.

sábado, 16 de enero de 2016

Agua o vino


Pago este tributo por amor a la lluvia.
Contemplo a mis antepasados
–los que levantaron estos muros–
alrededor del desastre.
Me la juego aquí, en esta ruina.
No allí ni allá entre vosotros.
Aquí, aquí, rodeado de muertos
que me reclaman diligencia,
¡ya, a riñón partido!
¡Apretar como ellos apretaron!
Sé que es imposible...
Jamás restauraré estos bancales
arrasados por la fuerza del agua.
Las cepas han caído entre las piedras.
Escrito está que yo no beba el vino
de mi viña y que sea toda mi vida
un mosquito errante por tinajas ajenas.
Pago este tributo por querer a la lluvia.
Vino o agua. Esa es la cuestión.
Como si fuera imposible
emborracharse de amor por ambas cosas.