lunes, 30 de enero de 2012


Susana Nogales pregunta en la sección Cartas al director del periódico El País si el eco de su voz es recibido por alguien un poco decente

Hola Susana, yo estoy aquí, aunque no sepa muy bien cómo. Preguntas qué nos está pasando. Tus preguntas son de esas que nos llevan “a trazar una línea en el suelo y declararnos independientes, aunque después vivamos ya pendientes de esa raya para siempre”; ilustración de El Roto, en su cuadrado de humor negro, que pone en evidencia, como se verá más adelante, que quizás las soluciones estén también el la prensa... En el mismo diario la preclara sabiduría de Agustín García Calvo daba alguna respuesta a lo que parece desatino y a los que padecemos desaliento: “la información es seguramente la industria más importante del régimen del bienestar, la que más capital mueve.”
Susana, leí tu carta de razonable quejido.
Por esos caprichos que acumulan estas tardes de domingo con taza de café y olor a limones recién cortados, aparte del periódico leía también unos versos de Salvador Espriu, traducidos del catalán al español por José Batlló, declarándose “harto de su tierra, con ganas de irse a lugares más limpios, más educados, donde es más feliz la gente y más libre y más rica”, según dice el poeta, que después nos aclara que no se moverá del sitio, “que permanecerá aquí fiel hasta la muerte,  porque él también es un cobarde y un salvaje y además ama la sequedad y la tristeza de la patria con un desesperado dolor”... Y aunque es verdad que estos versos son de otros tiempos, de los años sesenta del siglo XX, parecían apropiados para seguir empedrando el negro pavimento de la tarde...Por si todo esto fuera poco los personajes de la viñeta de Forges eran un mapa de España y un médico. España, metamorfoseada en persona, suspiraba y exclamaba: ¿Qué he hecho yo para merecer esta panda de sinvergüenzas?, mientras el médico anota algo en una libreta y también suspira compungido...

Susana, ¿quién somos? La palabra nos iguala,  en ella nos reconocemos, en este acopio de pruebas del abismo, que se desmiente, no obstante, cada mañana en tus ojos. Yo no trazaré un círculo en el suelo conmigo dentro. Quiero mis huellas en los caminos con las huellas de los otros. Y ahora ya sí que me atrevo a contestarte, Susana...
Hola, estoy aquí, en un pequeño pueblecito de la sierra de Gredos llamado Cuevas del Valle, en la provincia de Ávila, rural, rural, ya ves, en el culo del mundo como quien dice, desde donde te aseguro, para tu tranquilidad, que soy una persona decente.

domingo, 1 de enero de 2012

Doce uvas moscateles para el collar de una novia

Mantengo una amistad desde hace mucho tiempo. Es alguien al que veo poco. Pasan los años y el único contacto que tenemos es esta llamada telefónica en el último momento del año para desearnos lo mejor para el próximo. Nunca está demás invocar buena suerte y salud... Va a entrar aquí, en estos asuntos de familia, porque yo le escribí un poema para su novia -que ahora, y desde hace muchos años, es su mujer- cuando los dos hacíamos la mili en esos cuarteles oscuros de las afueras de Madrid. Allí estábamos el día veintitrés de febrero del año mil novecientos ochenta y uno, metidos en la ratonera, a disposición de los mandos pertinentes que se estuvieron tambaleando durante horas a una y otra parte de la balanza...
Me pidió un poema ... Yo le solicité algunos detalles y llevé al papel una playa de oleaje pausado y un enamorado que vagaba perdido en la distancia, vestido de caqui y pensando continuamente en su amor almeriense... Ella me confesó años más tarde que cuando recibió la carta lo primero que pensó fue lo mucho que estaba cambiando aquel chico espigado en Madrid... Era la primera vez que les visitábamos. Nos mostraron la casa; al entrar en la habitación del matrimonio, enmarcado y colgado como un cuadro, estaba aquel bosquejo de poema con todas las simplezas del amor... Fue muy fuerte, si se me permite la expresión, que como eco del habla de mi hija, me viene a la mente... Me conmovió. Había un poema mío que había servido para algo. Una transfusión de amistad fortaleciendo una pasión ajena... ¡Y había resultado!, como lo demostraba el hecho de encontrarse después de muchos años en el lugar más sagrado de la casa, allí donde los amantes restañan las heridas del tiempo y endulzan los sinsabores de la vida con la miel de sus cuerpos. En mitad del único campo de batalla sin vencedores ni vencidos...