domingo, 24 de febrero de 2013

La gloria de otro día





Noche de luna y de luciérnagas, dame la calma
que necesita el hombre para llegar
hasta las claridades primeras: ese momento
en el que las gentes del campo ponen en marcha
el mundo tirando de una cuerda.

Lava con tus paños negros la fatiga y el sudor de los días,
para que limpia y aterciopelada brille la piel
en las barandas, en los rosicleres de la aurora,
en la arista azul de la piedra, donde canta 
el pájaro que llaman roquero solitario.

Acúname en ictericia de sueño;
en tu luz reflejo de silencios, blanda
como para ser besada.
Que la mañana me coja sin espinas y a salvo
del acérrimo rodar de la costumbre.
Y pueda agradecértelo a besazos de alba...







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