lunes, 27 de febrero de 2012



Algo del Sol, con otros pormenores


El viejo decía que yo solo tenía la salida como los toreros:
un apretón y nada más. Y que ponía mal tipo con la azada,
como si para cavar hubiera que poner buen tipo
con lo dura que estaba aquella tierra.
Ahora hace falta algo más que un arrebato.
Habrá que invocar a Teresa y a Juan
o escribir de rodillas como la santa.
¡Ah! eso no, mis rodillas, con artrosis, al suelo, ni hablar;
antes me quedo sin obra.

           Son las nubes, sombrean el valle, crean formas.
La ausencia de viento ha propiciado el rocío,
la hierba luce un vestido de lentejuelas
para la fiesta del día.
Se mueven, las nubes se mueven, encajan
sobre los montes para poner un marco al Sol.
Ya está. Y sale con armiños y tiara
único oro y único rey y único dios.

Habrá que quitarse el sombrero y hacer
una leve inclinación ante la luz
que se va esparciendo sobre el mundo.
Ya ha llenado las copas de las sombras,
calienta la sangre, la piedra,
calienta el hierro de las herramientas
y calienta la ropa que estaba esperando
su tibieza matriarcal en el balcón.

Y suenan flautas, las flautas de fuego del Sol
afinadas con la precisión de la distancia
para no achicharrarnos las orejas...

                                                 










   

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